El sentido del olfato es el menos desarrollado de los
sentidos, este nos permite diferenciar olores desagradables de los agradables
en el medio ambiente.
El
olfato se localiza en el epitelio nasal. El epitelio olfatorio está ubicado en
el techo de la cavidad nasal, el epitelio contiene cerca de 20 millones de
células olfatorias especializadas, con axones que se extienden hacia arriba,
como fibras de los nervios olfatorios. Esas fibras penetran la delgadísima
placa cribada del hueso etmoides, situado en el piso del cráneo, a través de
los poros de aquél hueso. El extremo de cada célula olfatoria de la
superficie epitelial ostenta varios vellos olfatorios que, al parecer,
reaccionan a los odorantes (sustancias químicas) presentes en el
aire.
A diferencia de los bulbos gustativos,
que sólo son sensibles a unas cuantas categorías de sabores, el epitelio
olfatorio reacciona según se cree a unas 50 sustancias.
Las mezclas de esas sensaciones olfatorias primarias generan el
amplio espectro de olores que el humano es capaz de percibir. Los órganos
olfatorios reaccionan a cantidades notablemente pequeñas de sustancias.
A pesar de su sensibilidad, el olfato
es quizás el sentido que se adapta con mayor rapidez. Los receptores olfatorios
se adaptan en un 50% durante el primer segundo de estímulo, de modo que hasta
los más desagradables olores presentes en el aire dejan de ser percibidos
después de unos cuantos minutos. Parte de la adaptación ocurre, según se
piensa, en el SNC.
* A continuación se añade un diagrama de flujo en el que
se explica como se procesan los olores que detectamos.
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